viernes, 15 de febrero de 2013

Comorbilidad/COMORBILIDAD TDAH Y TGD


Comorbilidad

Grado de asociación entre dos patologías diferentes en un mismo sujeto.
Cazau P (2002) Vocabulario de Psicología. Disponible en Redpsicología: www.galeon.com/pcazau
“La comorbilidad puede ser entendida de tres formas posibles:
1. Comorbilidad en sentido estricto: aparecería cuando a un síndrome perfectamente delimitado se añade otro sin relación etiopatogénica conocida con el anterior. Este concepto de comorbilidad supone una mera coincidencia, no tiene interés para la investigación de la naturaleza de ninguno de los dos cuadros comórbidos y sí, por el contrario, tiene una gran importancia a la hora de establecer una estrategia de tratamiento y determinar el pronóstico. Puede afirmarse que, en estos casos, el paciente y el profesional se enfrentan a dos trastornos diferentes cuyos efectos nocivos pueden potenciarse.
2. Comorbilidad como complicación: se produce cuando un cuadro clínico aparece sobre otro distinto como consecuencia de éste, aunque no presenten una etiopatogenia común. El segundo cuadro es mas bien una complicación del primero y no habría aparecido sin él. Aunque no presenten una etiopatogenia común en sentido estricto, su curso generalmente corre parejo y el tratamiento del segundo cuadro no es totalmente efectivo si el cuadro originario no es resuelto o paliado. En estos casos siempre hay un cuadro primario y otro secundario.
3. Comorbilidad aparente: es más un artefacto que una verdadera comorbilidad y se produce por deficiencia en la validez y especificidad del diagnóstico. Aparece cuando un proceso etiopatogénicamente común (y por lo tanto una única enfermedad) es susceptible de dos o más diagnósticos”.
Cervera Enguix S Bennasar M y Bobes García J, (1998) Fobia social. Barcelona: Masson, págs. 66-67.

COMORBILIDAD TDAH Y TGD
Autor: Josep Artigas
Los trastornos generalizados del desarrollo, en sus formas más leves, con inteligencia normal, pueden ser muy difíciles de separar del TDAH. La tabla VI resume los síntomas “autistas” que se pueden hallar en un niño con TDAH.
TABLA VI. SÍNTOMAS DEL TDAH QUE SE APROXIMAN AL AUTISMO
- Estereotipias motoras
- Preocupación por ciertos temas, objetos o partes de objetos
- Trastorno del lenguaje
- Alteraciones en la pronunciación
- Pobre comunicación no verbal
- Problemas de interacción social
- Ingenuidad
La estereotipias motoras pueden estar presente en el TDAH. A veces, puede resultar muy difícil establecer el limite entre una estereotipia y un tic, en cuyo caso la conexión se aproximaría más al síndrome de Tourette. Pero ello, resulta un argumento adicional a favor de la interconexión que existe entre todos estos trastornos. Las estereotipias de los niños hiperactivos que más se aproximan a las propias del autismo son: aleteo de manos, picar con los dedos, balanceo de la cabeza y repetición monótona de sonidos.
Los niños con TDAH pueden mostrar patrones de conducta obsesivos, relacionados con poca flexibilidad mental y mala tolerancia a los cambios, conductas que también en este caso conectan tanto con el autismo como con el síndrome de Tourette.
Los problemas de lenguaje, muy frecuentes en el TDAH, y en ocasiones el primer motivo de consulta por parte de los padres, generan que se puedan adquirir algunas de las características propias del autismo: ecolalias, pobre capacidad expresiva, deficiente comprensión verbal. Los problemas semánticos, unidos a una pobre habilidad para entender el contexto social, pueden aproximarse a un trastorno semántico-pragmático del lenguaje.
Tampoco resulta excepcional que el lenguaje esté afectado a nivel prosódico, o en la modulación del volumen expresivo. Otras veces el niño con TDAH, en su forma disatencional, en lugar de ser extremadamente charlatán, es sumamente callado; aproximándose al mutismo selectivo, a su vez también relacionado con el síndrome de Asperger . Igualmente la comunicación derivada de la gesticulación no verbal puede ser muy limitada o inapropiada.
Un problema, en algunos niños con TDAH, es su falta de habilidad para la interacción social. Ello puede estar motivado, tanto por una cierta ingenuidad, como por una carencia de empatía. En un estudio de Clara y Feehan encuentran en niños con el diagnóstico de TDAH, una elevada proporción (entre el 65 – 80 %) con dificultades significativas para la interacción social y la comunicación. Los aspectos donde esto se pone más en evidencia son la empatía y la relación con los compañeros; lo cual ocurre a partir de dificultades para la comunicación no verbal y el mantenimiento de una conversación. En otro estudio, Bonde compara la comorbilidad del autismo con: déficit de atención, problemas de control motor y dificultades en las funciones viso-motoras y viso-espaciales. Encuentra que el autista activo es el más propenso a la comorbilidad, en tanto que el autista pasivo o solitario tienden a formas más puras de autismo. Estas características condicionan que se puedan ver casos severos de TDAH en los que resulta imposible establecer un limite con el SA , .
Todas estas apreciaciones han conducido a la propuesta de que posiblemente exista un continuo entre el autismo con retardo mental severo, el autismo clásico de Kanner y el TDAH .
Los efectos cognitivos de una lesión del córtex prefrontal (CPF) han sido categorizados por Fuster como: (1) trastornos de la atención y percepción, (2) trastornos de la motilidad, incluyendo hipoquinesia e hiperquinesia y (3) trastornos de la integración temporal. Se hace evidente como estos déficit pueden servir para explicar tanto síntomas del autismo como del TADH.
Sin embargo, en la practica, los casos fronterizos entre TDAH y autismo/síndrome de Asperger, pueden presentar serias dificultades para orientar la intervención y sobre todo para matizar la información que van recibir la familia y los educadores. Parece sensato que en tanto no cumpla los criterios completos del trastorno más severo, en este caso el trastorno generalizado del desarrollo, es preferible quedarse con el diagnóstico de TDAH, pero poniendo en evidencia los síntomas “autísticos” y teniendo muy presente en la intervención psicopedagógica todos los aspectos sociales. En otras ocasiones, no debe existir ningún reparo en proponer ambos diagnósticos, lo cual permitirá racionalizar el tratamiento. Por ejemplo, recomendando metilfenidato a un niño con el diagnóstico de autismo, si presenta manifestaciones típicas de TDAH.